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DEFICIT FISCAL 2017 / Dos acepciones de la palabra proyección (Cómo se prepara, sobre la debacle, el argumento para un nuevo ajuste)

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *
 
Con datos en mano, avanzado el mes de junio, es posible proyectar que el déficit 2017 será el tercero más elevado de la historia, detrás del Rodrigazo de 1975 y del golpe de mercado durante el gobierno de Raúl Alfonsín en 1989. En las últimas semanas, el FMI, la CEPAL y numerosos analistas revisaron anteriores miradas, más optimistas, y sinceraron sus análisis.
 
Las proyecciones van desde un déficit de 4,8% del PBI hasta un 7%. Por ejemplo, FIEL y JP Morgan evalúan la posibilidad de un déficit de entre 5 y 5,3% mientras que otros van más lejos: ellos son Capital Economics (7%), Societe Generale (6,9%) y UBS (6,8%) se mostraron adustos en el pronóstico.
 
Aunque los analistas que las consultoras difunden como voz pública no lo admitan, se trata de un lógico resultado del andar liberal que achica el mercado local a través de la baja en el poder adquisitivo promedio y la apertura importadora con el objetivo de transferir recursos a las compañías más importantes.
 
En la plaza financiera, oblicuamente, señalan que la Argentina se encuentra en estanflación y que el origen de la misma es fiscal. Explican que sin una corrección de los problemas fiscales de fondo, existen bajas probabilidades de volver al sendero del crecimiento. Anticipan el estancamiento del PBI.
 
Esa mirada es correcta en la mala nueva pero no en el camino que conduce a ella. Con hipocresía los economistas liberales evitan decir que en lugar de seguir ajustando el gobierno debería incentivar el consumo y reposicionar a las capas populares en su capacidad de compra de los productos esenciales.
 
Esto es así porque a través del impuesto al valor agregado y la carga tributaria sobre comerciantes y productores industriales, uno de los ejes recaudatorios nacionales es el consumo masivo. El resto proviene de las compañías exportadoras –les eliminaron retenciones pero igual retacean y patalean- y el sector financiero –desproporcionadamente beneficiado-.
 
Según los datos del Ministerio de Hacienda, la meta de déficit primario (0,6%) del primer trimestre se ha sobrecumplido. Al igual que el año pasado, este sobrecumplimiento se logró en base a los recursos aportados por el blanqueo, el endeudamiento y la emisión. Sin embargo, esos ingresos se terminan y las cuentas crecen por encima de la inflación.
 
Es pertinente estar atentos a las campañas, porque los genios de la economía argumentan que los problemas fiscales se asientan en los “gastos” en jubilaciones y programas sociales. Si la idea calza y las restricciones se potencian, se eliminará del mercado lo que queda –ya dañado- de la tercera edad y las zonas más empobrecidas de la comunidad.
 
En este marco, las consultoras proyectan que los ingresos por blanqueo ya no estarán, y en su afán por echar nafta sobre el incendio, sugieren “desacelerar” la obra pública. De ese modo, en vez de reducir el déficit, se deteriorará la trama de servicios en general y se lanzará al desempleo a una nueva camada de obreros y empleados de la construcción, así como industrias concatenadas.
 
Cabe evocar las acciones periodísticas en ese sentido: cuestionamientos serios al gobierno nacional popular por la falta de equilibrio fiscal, por el elevado gasto, por la emisión. Algún psicólogo podría hablar de proyección en sentido diferenciado al empleado antes en estas líneas: los liberales culpan al otro de lo que ellos mismos realizan.
 
Al desplegar este informe, podemos observar tras las ventanas y la llovizna, un cascarón vacío: enorme edificio diseñado como inteligente sobre Avenida Patricios, cuya construcción resultó interrumpida casi exactamente sobre el arranque del 2016, cuando se desinflaron los globos amarillos y se fue apaciguando la música celebratoria.
 
Los economistas liberales argentinos sugieren las políticas pero no se hacen cargo de los resultados. Describen el daño alcanzado y proyectan su agudización, mientras claman por la reiteración y profundización de las mismas acciones que lo originaron. Al mismo tiempo, van sacando de la galera consejos para “mejorar” que consisten en dejar al costado del camino enormes contingentes humanos.
 
Es evidente que el dinero ausente en la recaudación se encuentra en el bolsillo de los beneficiados por el ajuste. Y que esa transferencia no se volcó sobre el mercado interno porque fugó –también con indicadores récord- fuera del país. Uno de los sistemas de evasión más habituales es depositar los beneficios en firmas offshore; las empresas del mismo presidente de la Nación configuran un ejemplo de ello.
 
El esquema de desnacionalización cierra perfecto para estos sectores que se han denominado, con bastante certeza, oligárquicos. La fértil Argentina se ha convertido en un espacio que reorientó la manguera hacia fuera; es ostensible que después de un tiempo, la ausencia de regadío sobre el mercado local determinará sequía y desertificación.
 
Hay otros datos que traccionan en la misma dirección. Pero ya está bien: todo es demasiado claro para no comprenderlo. Sin embargo, la verdad no alcanza cuando todo un esquema mediático cultural oprime como una pesadilla cerebros grises como las nubes invernales. Hace pocas horas, escuchamos a un comerciante aseverar doctoralmente “pasa que se llevaron mucho, en bolsos se llevaron la plata”.
 
No todos afirman eso. Pero hay quienes aún hacen bulto.
 
*Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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